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Ranking: las 10 mejores series del año

El podcast "El Stream Mató Al Cable" presenta su Top Ten de series del 2014

Publicado: 2014-12-31

Se acaba el 2014 y si bien fue un año notable a nivel cinematográfico, la televisión americana sigue estando en un gran nivel, mostrándonos historias atrapantes, personajes con conflictos y un nivel técnico que no le envidia nada al cine. Además, tocando temas tan variados como abogados atrapados en sus propias maniobras profesionales y personales, caballeros y dragones enfrentados por un trono, antihéroes que tienen más de villanos que de otra cosa o personajes que finalmente aceptan su sexualidad y deciden contraponerla con el mundo de afuera. En el podcast “El Stream Mató Al Cable” que tenemos con nuestro compañero y amigo Enrique del Castillo realizamos un ranking de lo mejor y lo peor del año (http://www.ivoox.com/stream-mato-al-cable-n-30-audios-mp3_rf_3903975_1.html). A continuación, junto con Enrique, ponemos por escritos las razones de nuestro particular Top Ten de series del 2014 (el orden de las series no implica una jerarquía en el ranking).


Fargo (por Richard O’Diana)

Cuando se anunció que la cadena FX adaptaría la magistral película de los hermanos Coen, Fargo, a la pantalla chica, más de una ceja se levantó. Era una historia tan perfecta sobre criminales idiotas en los Estados Unidos rural y la búsqueda del bien puro por derrotar al mal que uno se preguntaba si esta era una señala más de que la época de oro de la televisión gringa estaba llegando a su fin. Nos equivocamos.

Como la película original, la serie Fargo narra la historia de Lester Nygaard (fenomenal Martin Freeman, el Watson de la serie “Sherlock” y Bilbo Baggins de las nueva de “El Señor de los Anillos”), un vendedor de seguros apocado y perdedor que es maltratado por su esposa y bulleado por sus ex compañeros de colegio. Esta presión lo lleva a flirtear con el mal. Ya sea de manera más directa como romperle la cabeza a su esposa con un martillo, o de manera más sutil como esa conversación con Lorne Malvo (la personificación del mismísimo diablo y un comeback genial de Billy Bob Throrton), el cual le pregunta si quiere o no que mate a su bulleador de escuela.

Contra estos dos “agentes del mal” se levantan dos tótems del bien: la idealista policía Molly Solverson (genial Allison Tolman) y el nervioso Gus Grimly (más que correcto Colin Hanks, hijo del buen Tom). Lo nuevo de Fargo es en verdad algo viejo. En época de antihéroes, de Heisenbergs y Vic Mackeys, Fargo trae de nuevo la fórmula del purismo, el “Good vs Evil”. Así, nos devuelve la fe en personajes considerados como “buenos” y su empeñada cacería en aquellos que en otras series queremos que gane. Mientras que en Breaking Bad queríamos que Walt triunfe y se reivindique (al menos hasta cierto punto), el Lester Nygaaard de Fargo es simplemente una basura. Un inútil cobarde que empieza a meter el pie en la piscina de la maldad y no lo aparta hasta, literalmente, sumergirse y encontrar su muerte ahogándose gélidamente.

Pero Fargo es además intriga y comedia. La adaptación ha tomado todo el universo de los Coen y lo plasman en la pantalla chica. No solo en guiños (ese maletín), sino además en el espíritu de cada uno de sus personajes y situaciones. Cosas raras y oscuras con humor absurdo: el sello de aprobación de los Coen. La dirección de la serie es la mejor del año. Es efrío nos atrapaba tanto como el desierto de Breaking Bad (por sus numerosas comparaciones se ha ganado ya ser su sucesora). Las escenas antológicas del 2014 están en Fargo: la persecución en plena tempestad de nieve, el falso tiroteo orquestado por Malvo contra el profesor de gimnasia, la cacería del lobo Malvo en el edificio sin que veamos lo que sucede adentro, la conversación meses después entre el ya demonio Lester y el falso dentista Malvo. Ustedes escojan. Fargo, sino es la serie del año, está bien arriba.


Hannibal (por Enrique del Castilo)

Lo peor que se puede decir acerca de la segunda temporada de Hannibal es que en cierto modo, la serie y su temática han trascendido el planteamiento original, que el formato de “psicópata de la semana” ha quedado corto para una serie que es difícil de describir únicamente en términos de “policial”. En esta temporada, Bryan Fuller demostró que el tipo de Wonderfalls o PushingDaisies había quedado atrás y que estamos ante un showrunner mucho más maduro y dispuesto a hacer que el enfoque de su serie sea la enfermiza y a la vez atrapante relación entre dos personajes que no son tan diferentes.

Manteniendo su genial estilo visual y perturbador sentido para exhibir los excesos de los crímenes cometidos en la serie, esta temporada traslada su enfoque a dos tramas claras, la primera, el encarcelamiento de Will, y la segunda, la relación entre Will y Hannibal y como el primero termina envuelto y convencido por el segundo. En su primer momento la serie se enfoca en Will en prisión y como es que intenta obtener su inocencia, manipulando a quienes están fuera, no tan distinto al Lecter de El Silencio de los Inocentes; sin embargo, lo más resaltante de esta primera mitad es Raul Esparza como el Dr. Chilton, excelente personaje secundario que nos muestra la habilidad de Fuller de completamente reinventar a un personaje del canon de Harris y darle su propio estilo.

La segunda mitad de la temporada es más difícil de analizar; es hasta cierto punto algo que no se ve con frecuencia en televisión, es un thriller en el que el misterio es de qué lado queda el protagonista, en el que la duda no es si es que el villano será atrapado sino si es que el héroe terminará completamente bajo su control. Nada más ilustrativo que el final de temporada, donde vemos a Will partido en dos entre su lealtad a Jack y su extraña relación con Hannibal.

Potenciando esa segunda mitad, tenemos la adición de dos personajes nuevos, los hermanos Margot y Mason Verger, excelentes adiciones a la serie, en particular el Mason Verger interpretado por Michael Pitt el cual resalta al ser una especie de villano exagerado, torpe, rudo, insufrible y sobretodo descortés. Es un personaje que literalmente bebe las lágrimas de un niño y aun así no se siente fuera de lugar, no genera risas ni le resta nada a la serie. La escena de Pitt cortando su propia cara y dándosela de comer a los perros de Will es sólo uno de los muchos momentos memorables de la serie este año.

En este punto hay que resaltar el nivel de la actuación del resto del cast, en especial Mads Mikkelsen como Hannibal (a este punto, injusto e imposible si quiera tratar de compararlo con Anthony Hopkins) y de Hugh Dancy como Will Graham, ambos muy buenos actores que son capaces de brindarle mucho a la extraña relación entre sus personajes.

Hannibal sigue demostrando este año que es un producto inteligente, que sabe explotar al máximo los límites que la señal abierta americana le establece, que juega con lo grotesco y con las reacciones de sus espectadores y que sabe entregar, de forma elegante e inteligente un thriller que va más allá del material original y de las otras adaptaciones. SI alguna vez hubo dudas acerca de la “necesidad” de un nuevo Hannibal Lecter, estos dos años de Hannibal han demostrado lo inútil de esa pregunta.


The Good Wife (por Richard O’Diana)

Aparentemente una serie de abogados más. Pero es mucho, mucho más que eso. Parte de la premisa que Alicia Florrick, una abogada convertida a ama de casa, decide apoyar a su esposo el Fiscal de Distrito cuando se le descubre una infidelidad. Pero pasará de ser la “buena esposa” a comenzar a labrar su propio camino y retomar su práctica profesional.

The Good Wife ha sabido ser esa serie inteligente que poco a poco se ha abierto cual majestuoso pavo real y así mostrarnos todas las caras y colores de la política y la práctica del derecho en Chicago. Además tiene el bisturí para condensar las dos grandes formas de narrativa de las series contemporáneas: el caso por caso y la trama continuada. A la vez que descubríamos casos increíbles con jueces pintorescos y rivales antológicos, en la vida de Alicia, su familia y compañeros aparecían historias recurrentes que no hacían otra cosa que poner a nuestra protagonista contra la pared; la pared de sus propios miedos y represiones.

En este año The Good Wife ha llegado a la cúspide de su poderío. Como las temporadas de futbol internacional, la serie comienza su marcha a mitad de año y acaba siempre en marzo o abril. Este año hemos disfrutado de dos de sus más apasionantes tramos: la segunda parte de la quinta temporada y la primera de la sexta. La primera de estas tandas estuvo marcada por la muerte de Will Gardner, jefe-amigo-examante de Alicia y todo lo que esto arrastraría. Chance precisa para ver el impacto del vacío en los personajes y de paso los mejores momentos actorales de la serie. Y la clase de unos guionistas para arrancar el corazón de la serie y que no lo extrañemos, al mismo tiempo de sentir la tristeza de la ausencia y hacer que, incluso como espectadores, guardemos luto junto con los personajes.

La sexta temporada estuvo marcada por dos tramas: el inicio (casi inevitable) de la carrera política de Alicia y el encarcelamiento y proceso de su socio Cary Agoos. The Good Wife se reinventaba dejando casi de lado los casos semanales para centrarse en dos tramas fijas. Los showrunners de la serie, los esposos Robert y Michelle King, suben de nivel al mostrarnos las dolorosas consecuencias de las perfidias judiciales pero a la vez dotarlas de bastante humor. La crisis judicial y personal de tu colega es algo durísimo y una campaña electoral genera harto estrés, pero igual la serie se las ingenia para ser más graciosa que muchas comedias de la actualidad. Nota alta al plantel de actores este año, liderados por una diosa perfecta como lo es Julianna Margulies.


Game of Thrones (por Enrique del Castillo)

Juzgar a Game of Thrones siempre es difícil para mí; aunque comencé a leer los libros cuando terminó la 1ra temporada, la trama de los libros ha suplantado en gran medida a la de la serie en mi cabeza y a veces es difícil juzgar la serie en relación a mis expectativas generadas por la obra de George RR Martin, en especial esta temporada que no sólo es la que más contenido “original” generó, sino que es la que más se acerca a sobrepasar el (bastante lento) avance del autor de las novelas. Habiendo dejado eso claro, sólo me queda decir que Game of Thrones en su cuarta temporada se encuentra en el punto medio entre mantenerse como una de las mejores series de la TV en general o de quedarse a medio camino como tantas otras que se perdieron en sus cuartas, terceras o quintas temporadas (aunque, siendo honestos, eso también es culpa del material original, que tras haber sido casi abandonado por su autor en su cuarto libro, nos brindó un quinto libro más interesado en simbolismos y armar futuras y nuevas tramas que en avanzar o resolver las que se encontraban pendientes).

En su cuarta temporada Game of Thrones demostró que puede coger lo mejor de la obra de Martin y no sólo hacerle justicia sino convertirlo en un espectáculo de todos los domingos. La Boda Púrpura en el segundo capítulo y el juicio por combate de Tyrion en el octavo generaron el tipo de reacción entre el público que quien conoce los libros esperaría; la furia y depresión generalizados que causó la Boda Roja en la tercera temporada se repitieron este año.

Y quizás esa sea una de los problemas principales de la cuarta temporada; que estamos ante una serie de momentos y no de historias, que a nadie le importa o entiende qué va a pasar con Jon Snow, pero todos recuerdan cuando Ygritte muere en sus brazos, que Arya es un personaje sin destino, pero que sus escenas con Sandor son memorables, que Dany es un persona aburrido, pero ver a sus dragones cocinar niños es trágico. Ciertamente es la temporada de Game of Thrones que menos ha avanzado la trama (¿hasta cuándo estaremos esperando que los Greyjoy hagan algo interesante? ¿Dany algún día llegará a Westeros?) y si a eso le sumamos las terribles invenciones de los guionistas (como la terriblemente mal ejecutada y mal planteada trama de los miembros de la Guardia Nocturna amotinados, que sólo demostró los terribles problemas de la serie al momento de tratar violencia sexual, o la francamente risible secuencia de Yara Greyjoy intentando rescatar a su hermano de los Bolton).

En una temporada que nos mostró lo peor de la serie hasta ahora (no Jaime violando a Cersei, sino la insistencia de guionistas y director de que eso que mostraron no era una violación y su incapacidad de entender su error tanto de lectura de los personajes como de dirección y guión), también tuvimos momentos geniales como esa secuencia final de Brienne, Pod, Arya y Sandor, la transformación de Sansa o, mi momento favorito de la temporada, el monólogo de Tyrion al final de su juicio, el mejor momento de Peter Dinklage hasta ahora en la serie. Es así que Game of Thrones, a diferencia de otras series populares como The Walking Dead, se mantiene como uno de los productos que hay que seguir viendo porque incluso cuando se equivocan, tienen argumentos suficientes como para mantener el interés en la serie y para convencernos de que efectivamente estamos ante un producto superior.


Mad Men (por Richard O’Diana)

La serie que narra las desventuras de Don Draper, “mistery man” y publicista de Nueva York de los sesentas había caído en un bache argumental en su quinta y sexta temporada, a la par en la que Don estaba sumido en la más profunda depresión. Mattew Wiener decidió darle a Draper una salida, un resurgir, y así el protagonista salió de sus pantanos personales y se dispuso a revelar la verdad, decidió contar con sus hijos, decidió vivir.

Y así dejó también su careta, asumiendo que su ates discípula y ahora rival, Peggy Olson, era mejor que él. El círculo se ha completado, el maestro le dejó la posta a la alumna. Peggy es complicada, pero es mejor que Draper en todo y este lo ha entendido así ¿Qué queda para el buen Don ahora que ya se redimió? Supongo que volver a caer, esta vez definitivamente. No por algo los preciosos títulos de crédito de la serie muestran a un hombre cayendo interminablemente.

Weiner es un viejo engreído Joker. Sabe lo que quiere y tiene un genio guardado atrás de esa mente malévola. Algo hará con Draper. Nos pueden interesar dos rábanos los secundarios de la serie (salvo Roger, tal vez, y el destruido Pete), pero nos preocupa Don. Sí, nos preocupa ese borracho, mujeriego y mal padre. Y eso, más que antiheroismo de siglo XXI, se llama clase maestra de guión. Y además que Jon Hamm ha tenido su mejor año. Queremos ver qué pasa en los últimos capítulos de la serie. Don, al menos, quiere cambiar. Su recompensa: ver a su ya finado ex jefe Bert Cooper danzar al ritmo de “The best things in life are free”. Mad Men, el rey de las balas sin plomo, ha vuelto.


Orange is the New Black (por Enrique del Castillo)

El principal atributo que los medios resaltan en Orange is the New Black es la diversidad de su cast, logrado en gran medida gracias al ambiente carcelario en el que se desarrolla la serie. Pero la diversidad de OITNB no es meramente un artificio para ser políticamente correcto, ni una forma de hacer que un programa sin grandes estrellas y en un formato poco tradicional (Netflix) llame la atención en un mar de series de calidad con actores de peso de por medio.

La diversidad es esencial a OITNB porque no es meramente decorativa, es parte de su esencia y parte del objetivo principal que ha tenido su segunda temporada, demostrarnos que todos somos humanos, que por muy diferentes que seamos, hay algo, bueno, malo, roto, dentro de todos que nos vincula incluso en situaciones extremas como es una prisión.

En esta segunda temporada OITNB ha aprendido un poco de sus errores de la primera temporada (centrarse demasiado en su protagonista y en sus personajes satélite) y aunque el enfoque en Piper sigue presente (y al parecer no se va a ir, considerando la forma en que termina su personaje al final de la temporada), la serie acertó al tratar de dejarla fuera del centro de la serie y enfocarse en su gran número de personajes secundarios. Si hay una serie que ha logrado lo que hizo Lost, de aprovechar flashbacks y enfoque en personajes específicos para hacer que nos importe estos seres televisivos, es OITNB. Es así que personajes unidimensionales de la primera temporada, sin llegar a estar en el centro de la trama, tienen sus pequeños momentos de humanidad, de triunfos y derrotas que hacen que veamos más allá de simples clichés de prisión y veamos a las personas que están detrás y como es que se relacionan en el ambiente de la prisión.

Tal vez aun no sepamos qué depara el futuro para los personajes o para la serie en general (recordemos que el anterior proyecto de Jenji Kohan, Weeds, tuvo muy malas temporadas tardías), pero podemos estar contentos con que hasta ahora OITNB es uno de los pocos espacios en la televisión donde podemos escuchar las voces de quienes no suelen protagonizar una serie, y ver cómo es que el reclamo por más diversidad en la televisión tiene efectos favorables. Orange is the New Black es una de las pocas series actuales que nos puede mostrar breves viñetas de sus personajes hablando de que entienden por el amor y que cada extraña respuesta de ellos tenga completo sentido y sea valiosa para seguir apreciando esta serie.


Transparent (por Richard O’Diana)

Una de las series del año. No solo por lo que cuenta sino por cómo lo cuenta. “Transparent” cuenta la historia de Mort, un hombre sesentón que toda la vida se ha sentido mujer y que cree que a estas alturas de su vida ya está listo para vivir a plenitud. Así, a tropezones, decide contárselo a sus hijos y asumir su transexualidad en público. Todo esto mientras descubrimos que sus tres hijos mantienen vidas complicadas muchas veces obnubilados por su inacabable egoísmo.

La virtud de Jill Solloway, la creadora de esta serie, es que presenta a sus personajes de manera natural y sin juzgarlos. A diferencia de otra creadora indie (y francamente sobrevalorada) como Lena Dunhan, Solloway deja que sus personajes interactúen, se amen, se ataquen, vivan la vida, como humanos. No es la gran creadora-opresora que castiga por castigar. Simplemente los crea y los deja jugar en el tablero. Con sus cosas buena sy malas, los personajes de esta serie se siente como personas de verdad.

La serie cuenta con buenísima actuaciones de Gaby Hoffman, Amy Landecker y Jay Duplass como los conflictuados hermanos, y de Judith Light como la alocada pero comprensiva matriarca de la familia. Sin embargo, el que se roba el show es Jeffrey Tambor como Mort y ahora como Maura. Tambor, actor clásico de comedia recordado por ser el patriarca Bluth en la genial “Arrested Development”, se marca la actuación del año. Tambor sabe construir su personaje como Mort/Maura. Primero, no hacerlo una caricatura. Segundo, darle matices. Tercero, hacerlo natural. Vemos cómo Mort/Maura decide dubitativamente salir del closet, aceptarse, revelarse ante sus hijos. Vemos cómo se pone el vestido y se deja la trenza, y vemos cómo todo eso Tambor lo hace de manera natural. Tambor no es transgénero, pero nos da la impresión que toda su vida lo ha sido, ya sea al ver sus ojos brillar cuando por fin el cuenta a su hija mayor su condición o su dolor real cuando una iracunda mujer lo discrimina y prácticamente lo echa del baño.

Pero además la serie está muy bien contada. Una “dramedy” de verdad, tocando un tema muy dramático como la aceptación propia de Mort/Maura y de sus hijos, peor a la vez reconociendo que es una comedia y dándonos momentos desternillantes. Justamente estos momentos graciosos explotan porque son momentos que parten de la vida misma, de nuestras propias experiencias. La familia, ese tema universal, del cual se ha contado todo pero que Solloway sabe que nueva perspectiva ofrecernos. La serie nos introdujo a un mundo propio, real pero que a veces queremos desconocer. Y además lo cuenta muy bien. Esa es su principal virtud. “Transparent” es la sorpresa del año y, además, suma a Amazon como la competidora de Netflix en el grupo de conglomerados que hacen televisión pero no en televisión. El stream amenaza cada vez más fuerte.


You’re The Worst (por Enrique del Castillo)

Uno de los principales éxitos de FX es It’s Always Sunny in Philadelphia, una serie que parece responder a la pregunta de qué pasaría si Seinfeld no fuera simplemente sobre gente egoísta y fuera sobre gente verdaderamente mala. Es una excelente serie que aunque no tiene la calidad que tenía en sus mejores momentos, a pesar de acercarse a los 10 años, no sufre el desgaste tan grave que afectó a otras comedias longevas (por ejemplo, Friends o HIMYM).

Siguiendo con esa fórmula de “terribles personas haciendo daño a otros”, FX estrenó este año You’re The Worst, comedia creada por Stephen Falk y que muestra la historia de Jimmy y Gretchen, dos personas altamente tóxicas que se conocen casi por accidente e inician el tipo de relación amorosa complicada que suele verse en una sitcom. Pero You’re The Worst en lugar de jugar con los elementos “bonitos” de la sitcom americana tradicional, nos muestra una especie de qué pasaría si en lugar de Seinfeld, It’s Always Sunny in Philadelphia fuera más Friends.

Desde el primer momento, la serie deja claro que no estamos ante un programa de buenos amigos como HIMYM; la primera escena muestra a Jimmy, escritor frustrado que vive con la idea de que el mundo le debe más respeto y admiración de la que recibe, en la boda de su ex, usando las cámaras entregadas a los invitados para tomarle fotos a su pene, y luego complementando eso con un mayor espectáculo que hace que sea expulsado de la boda; es allí que conoce a Gretchen, publicista inmadura y amargada que no tiene mayores ambiciones en la vida, quien estaba huyendo de la boda con uno de los regalos, pero al notar que no era un procesador de alimentos lo abandona. El cast lo complementan Lindsay, la única amiga de Gretchen, una mujer incluso más inmadura y atrapada en un matrimonio con probablemente el hombre menos interesante del mundo; y Edgar, el único amigo de Jimmy, un veterano del ejército americano que lidia con estrés postraumático sin la ayuda del resto del cast y aun así es el corazón de la serie.

You’re The Worst es notable no solo por ser una excelente comedia, sino también porque es una historia en 10 capítulos acerca de cómo estas personas de 30 años descubren y se acercan poco a poco a ser adultos de verdad, a dejar de lado sus inseguridades, su arrogancia y su indiferencia como parte del camino a madurar. Y aun así, la serie no busca educar, no quiere que el espectador juzgue a Gretchen por vivir prácticamente en un basural, o que reproche a Jimmy por llevarse mal con su padre; es una serie que quiere que estemos del lado de sus personajes, que a pesar de sus fallas, que a pesar de que literalmente son las peores personas posibles, nos compadezcamos y nos importe lo que les ocurre.

La serie nos lleva de un punto A a un punto B de la relación de los protagonistas en 10 capítulos y en los últimos momentos de la temporada nos muestra que el camino apenas empieza y que los problemas para los personajes no terminan con un gran gesto romántico estilo comedia romántica americana. La secuencia final enfocada en el rostro de los protagonistas demostrando incertidumbre acerca de su futuro no solo adelanta una interesante segunda temporada, sino también una muy real reacción, el miedo a lo que sea que viene luego de esos grandes gestos.


Brooklyn Nine-Nine (por Richard O’Diana)

La mejor comedia nueva del año pasado ha terminado de consolidarse con el arranque de su segunda temporada. Logrando perfeccionar la fórmula de sus anteriores series (The Office, Parks and Recreation), sus creadores han encontrado la articulación perfecta de su grupo de protagonistas, los cuales son entrañables y se sienten de carne y hueso al mismo tiempo.

Para que esto último se concrete es imperativo tener un cast donde nadie falle, en la que todos tienen espacio para brillar. En medio de todos los actores se erige como un ángel exterminador el genial Andre Braugher, el cual interpreta al capitán Raymond Holt, un hombre que nunca se ríe, no quiere a nadie, no tiene emociones…o al menos eso aparenta. Cualquier cosa que tenga que ver con el capitán Holt (sus flashbacks de los 70s o sus constantes “cuadradas” a sus resbalosos subordinados) es oro puro.

Brooklyn Nine-Nine es una de esas series que te hace feliz y mejor persona, lo que se concoe en algunos medios como “Happy Place”, esa series a las cuales recurres una vez por semana para olvidarte de todos tus problemas y regocijar de placer (algo que, a pesar de ser excelentes, se podría lograr, por ejemplo, con las fenomenales Breaking Bad o The Wire, o con comedias más corrosivas como Arrested Development). Pero además es una buena serie, que en épocas de comedias sórdidas y negrísimas (veamos la comedia comentada anteriormente y la que comentaremos a continuación) mantiene el corazón de las comedias clásicas.


Review (por Enrique del Castillo)

De todas las series mencionadas en esta lista, Review es probablemente la menos tradicional de todas. Protagonizada por Andy Daly (comediante que por años había sido limitado a ser otro “tipo que reconozco de algún otro lado”) y basada en una serie australiana del mismo nombre, Review tiene una premisa sencilla; en lugar de criticar películas, restaurantes o libros, Forrest McNeill (Andy Daly) critica experiencias de vida, buscando responder a la eterna pregunta de si la vida, que es literalmente lo único que tenemos, es realmente buena. Es así que en una escala de media estrella a cinco estrellas, McNeill vive personalmente experiencias que van desde lo mundano (comer panqueques), lo trágico (divorciarse), lo absurdo (ser Batman) y lo simplemente perturbador (participar en una orgía).

En el centro de todas estas experiencias se encuentra McNeill, el papel protagónico que Andy Daly ganó con años de esfuerzo y de papeles secundarios. Con otro actor u otro personaje, Review sería básicamente una colección de sketches graciosos, pero centrándonos en McNeill, de la forma entusiasta y a la vez patética con la que Daly lo representa, Review nos brinda una experiencia tragicómica que en cada episodio suma victorias y derrotas (más derrotas) a la vida de Forrest McNeill al punto que las experiencia que vive para su programa dejan de responder a la pregunta de si la vida es realmente buena y pasan a plantear la pregunta de si la vida de McNeill lo es, gracias a su programa y su insistencia en seguir con él. Review es menos una serie de situaciones graciosas y más una muestra de cómo este hombre las encara y las consecuencias de ellas, todo sumando hasta un final de temporada que bien pudo haber sido un final de serie por lo conclusivo y satisfactorio que fue.

Y Review no es sólo eso, es además una excelente comedia. Aunque carece del gran cast de otras comedias como Brooklyn Nine Nine o Parks and Recreation, Review aprovecha al máximo el humor negro que generan las experiencias que McNeill revive. Ver a McNeill adicto a la cocaína, disfrazado de Batman, en un viaje espacial junto a Lance Bass de N’Sync promocionando auspiciadores, en una comuna hippie o haciendo un terrible acento irlándes; todos ellos (y muchos más) excelentes momentos de la temporada. Sin embargo, sin dar muchos spoilers, el mejor momento de la serie llegó más temprano, en su tercer episodio, en el que McNeill tenía que experimentar comer 30 panqueques; McNeill ya había tenido que consumir con dificultad 15 panqueques inicialmente en el episodio, pero tras haber sufrido una tragedia personal, al consumir los panqueques, McNeill anuncia que ya no siente nada y termina los panqueques, rompiendo su record previo. Es el final perfecto para uno de los mejores capítulos de la serie y uno de los mejores de la temporada.

Comedy Central está en uno de sus mejores momentos, Key and Peele sigue siendo un excelente programa de sketches, Broad City ha sido considerada en muchas listas como una de las mejores series del año, Nathan for You generó momentos incómodos que dejaron de quedarse únicamente en internet y llegaron al “mundo real” en noticias y late shows, Stephen Colbert se fue a lo grande y South Park tuvo una de sus temporadas menos tradicionales de los últimos años. Review no es un accidente, sino parte de una estrategia hecha por este canal por no simplemente hacerle honor a su nombre sino por trascender ese estigma de que la comedia no puede ofrecer nada más que risas fáciles.


Escrito por

Richard O'Diana Rocca

Bachiller en Derecho por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Interesado en temas de Derechos Humanos, el cine, el teatro y la tv.


Publicado en

La Jauría Del Hortelano

En la ciudad del "sí señor" viene bien fregar un rato. Y somos varios. Porque "I'm as mad as hell, and I'm not going to take this anymore!".